El ocaso de la Guardia Varega de Constantinopla fue contundente y tiene una fecha clave: la medianoche del 12 al 13 de abril de 1204. Mientras se enfrentaban a los cruzados que sitiaban Constantinopla en esas horas aciagas para la capital bizantina y sus habitantes, se sintieron no sólo rodeados, sino traicionados por los griegos en un momento en que su moral y espíritu de combate había llegado al cenit de sus fuerzas tras meses y meses conteniendo a un enemigo superior, siendo la única fuerza militar efectiva de la ciudad y comandados por emperadores sin ímpetu combativo y que una y otra vez terminaban traicionando a su pueblo y a su propia guardia personal.