Con todo, a partir de 1261 se volvió a dar forma (al menos teóricamente) a la unidad, que se mantuvo hasta el siglo XIV de forma más marginal. La sangre no llegó al río ni siquiera cuando Godofredo de Bouillon y su hueste atacaron las murallas de Constantinopla en 1096. La sola presencia de varegos armados hasta los dientes ante los cruzados contuvo a éstos, que fueron expulsados de la ciudad y trasladados con gran celeridad y sin más contratiempos a Asia para que diesen comienzo a su tan ansiada cruzada.