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Sin embargo, cuando el depuesto emperador Alejo II les ofreció incontables riquezas a cambio de devolverle al trono, los caballeros aceptaron sus exigencias y se dispusieron frente a las murallas de la urbe. Si lograban su propósito, obtendrían un buen pellizco que les ayudaría a llevar a cabo su objetivo final: hacerse con la ciudad más santa de la Tierra y arrebatársela a los musulmanes.